viernes, mayo 11

Y te extraño porque te quiero.

Extraño sentarme en esa placita en Los Palos Grandes, tiritando de frío pero negando a irme antes de terminar ese último capítulo.
Extraño el sonido de la risa de mi mejor amiga cuando se pasaba de cuba libres en Teatro Bar.
Extraño tener una reunión todas los fines de semana y tener una cara nueva en cada ocasión.
Extraño ir al cine en el San Ignacio y, al salir de la función, ir a tomar un helado en Versalles.
Extraño el frío que hacía en ese apartamento en Caracas y que por la mañana nos entrara neblina por las ventanas.
Extraño esos atardeceres en la Central, sentada en al borde de la barandilla del segundo piso de la Biblioteca Central.
Extraño los conciertos de Nuevas Bandas y tengo un rencorsito pequeñito por aquellos que brincan con una birra en la mano en cada uno de ellos.
Extraño el sonido de la lluvia contra el parabrisas en medio de una cola infernal en la Cota Mil. Como si de alguna manera el universo tuviese un plan para aquello que necesitaban relajarse un pelín después del trabajo.
Extraño que los buenos días y los a la orden. Extraño los modales tan bonitos y las caras tan amables.
Extraño los paseos por El Hatillo y las subidas a El Ávila.
Extraño salir a tomarme unas birras con mi amigos cuando terminabámos el semetre.
Extraño tomar el metro desde mi casa hasta la universidad -que aunque me moría de sueño, era mi cápsula diraria de lectura-.
Extraño vivir con gente que me conoce de toda la vida.
Extraño asomarme por el balcón y ver caras conocidas.
Extraño los cursos Slam Poetry.
Extraño caminar por el pasillito que lleva a la Alianza Francesa de Chacaito y tener de profe a Juan, el viejito de boina y de bastón, que decía que, de tener 50 años menos, se casaría conmigo.
Extraño estudiar como loca para lo exámenes finales de Francés.
Extraño a mi profesor de Literatura. Que nos hacía sentir como Werter y pensar como Jane Eyre.
Extraño que suene el himno nacional en las mañanas haciendo la fila en el colegio.
Extraño la inocencia del colegio y de tener una creatividad afilada.
Extraño poder pedir un poquito de azúcar o una cebolla a la vecina de al lado.
Extraño escuchar gaitas desde Octubre hasta entrado Enero.
Extraño los edificios de oficinas y las oportunidades de crecer. La mente que jamás para de expandirse.
Extraño vivir en mi ciudad amada.
Extraño la luz. Que es diferente, que da un brillo espectacular, que crea un filtro nuevo y lava todo lo malo.
Extraño esa luna caraqueña, que tan silenciosa nos veía a todos.
Extraño comerme una buena empanada de mi papá y un sancocho de mi abuela.
Extraño los rinconitos de La Candelaria.
Extraño que se abran las puertas y te sientas en casa.
Extraño las guacamayas en los balcones y las luces de los ranchitos frente a mi casa.
Extraño bajar a La Guaira y, sin siquiera ver el mar, empezarte a quitar la ropa.
Extraño esa casa en Macaracuay y los grillos por las noches.
Extraño esas pendientes en Capacho y que haya tanta neblina que no se pueda ver el cerro de El Cristo.
Extraño los médanos y los picos blancos y pulcros.
Extraño los amaneceres en el llano.
Extraño despertar con el sonido del agua cayendo a lo lejos.
Extraño los chinchorros y las cocadas en Margarita.


Y te extraño porque te quiero.

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