No estoy triste, ni molesta. No estoy excesivamente feliz, pero no me quejo.
Estoy en un punto en el que el dolor casi agradable.
Llegué al punto en el que me siento más cómoda sintiendo dolor, que cuando no lo hago.
Es enfermizo y anormal.
Hoy siento que puedo amar. Y me refiero a el verdadero y más puro sentido que tiene.
Realmente entregarme a alguien.
Darle mi tiempo.
Darle mi atención.
Compartir todos mis gustos.
Hablar. Discutir. Crecer.
Siento que tengo tanto para dar y lo desperdicio porque no tiene salida. Simplemente se queda rondando por mi mente, haciéndome sentir culpable porque tener ganas de amar a alguien y ser correspondido se vuelve una necesidad cuando las luces a tu al rededor se apagan y se prenden constantemente, sin darte una verdadera noción de qué hacer.
Quiero entregar y recibir.
No, no quiero que sea algo que me muestre como pretenciosa; no quiero ser lo que no soy realmente.
No, no quiero que otros se transformen para cumplir con mis expectativas.
Sólo quiero liberar lo que llevo por dentro
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