Probablemente no sé siquiera que estoy haciendo. Caminé hacia la puerta, y me fui. Lo deje todo atrás. Hice lo que siempre quise: Liberarme. Corrí tan rápido como pude. Grité. Me di vuelta, y ya estaba muy lejos para volver. Caminé por mucho tiempo. Canté. Reí. Me di cuenta de que no necesito a nadie, de que no necesito nada. Me di cuenta de que el hecho de estemos atados a los demás sólo nos hace quedarnos en nuestro luego y nunca buscar lo que siempre quisimos tener. Nos hace débiles. Nuestros sueños se quedaron atrás porque alguien llegó haciendo creer que todos sería mejor si nos quedábamos allí; alguien que pensabas que sería más importante que tú mismo.
No. No hay nadie más importante. No hay nadie que nos pueda quitar la libertad de poder hacer cosas por nuestra cuenta, a nuestra manera. No pretendo caer, pero si caigo sé que me levantaré. Y me seguiré levantando en caso de seguir cayendo. Y por sobre todo, prometo nunca rendirme. No otra vez.
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