Ojalá pudiese cambiar mi vida por un día.
Ojalá pudiese recorrer el mundo en un segundo.
Ojalá pudiese sentirme infinita.
Ojalá pudiese ver lo que no puedo ver, y entender lo que no entiendo.
Ojalá pudiese llegar tan lejos como quiero llegar.
Ojalá pudiese ser más fuerte.
Ojalá pudiese retener las lágrimas.
Ojalá pudiese defenderme.
Ojalá pudiese ver las cosas con otros ojos.
Quiero que mi voz sea escuchada. Un corazón que grita y llora a borbotones.
Quiero gritarlo y que todos puedan parar un momento y darse cuenta de qué es lo que realmente están escuchando.
Quisiera no recibir un mal gesto cuando lo doy todo de mí.
Quisiera poder alzar la vista, ver el sol, sonreír. Sonreír porque estoy viva.
Pero, ¿a quién le interesa estar vivo si no se siente cómodo en su propia piel?
¿A quién le interesaría vivir si su entorno no lo nota?
¿A quién le interesaría vivir si se le dijese que la felicidad no existe, sino que es un estado anímico intermitente, corto?
¿A quién le importa, cierto?
¿A quién le interesa?
Mi alma se rompe con cada segundo que pasa y sólo me tengo a mí misma para calmarme.
Soy yo quién me acompaña, nadie más.
Si realmente estás ahí, hazte notar.
Haz algo.
Di algo.
Sé.
Sé que no tengo la esperanza.
Sé que no tengo nada.
Sé que estoy sola.
Sé que mis sollozos no son escuchados, sé que mis carcajadas tampoco.
Sé más de lo que creen que sé.
Sé lo que ellos no saben, y más.
Sé que están ahí sólo para llenar un espacio, para marcar un tiempo, para resaltar una ocasión.
Sé que la soledad mata y consume como el mismísimo fuego lo hace.
Sé que no son nadie. Sé que no soy nadie.
Sé que estoy aquí
Sé que vivo.
Sé que existo.
Sé que soy.
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